El periodo de tiempo antes de la caída es una época muy especial en la historia del ser humano. Antes de la caída el ser humano compartía con Dios algo muy importante y es que su presencia estaba en el mismo lugar donde estaban las personas, de tal manera que incluso Dios en un momento «estaba recorriendo el jardín» que había plantado. Dios estaba con las personas, seguramente de una forma en la que nunca más ha estado.

Pero cada vez más frecuentemente y con más fuerza me viene a la mente un pensamiento que constantemente me dice que el plan principal no era el Edén. Que la idea de Dios no era que el ser humano viviera ahí desde el principio hasta el final. Si esto fuera así habrían muchas preguntas sin contestar, pero eso no sería un problema ya que si esto no fuera así también habrían muchas preguntas sin contestar. Y como estamos hartos de comprobar, nunca vamos a tener todas las respuestas.

El principal problema que se desprende de aquí es que toda la Biblia apunta a Jesucristo, desde el principio hasta el final. Y decir que toda la Biblia apunta a Jesucristo quizá es quedarse corto, porque todo lo que existe, existe para Dios; así lo decía Pablo cuando escribía a los cristianos de Colosas «por medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles«. Es cierto que un mero versículo tampoco va a crear una doctrina tan extraña (o sí), Pero podemos ver huellas por toda la Biblia que nos hablan de Jesús, podemos ver cómo los profetas hablaban de Él (70 profecías cumplidas en Jesús), cómo desde el mismo pecado original se anunció que iba a acabar con el enemigo, cómo muchas de las historias que suceden en el antiguo testamento son símiles de su gran obra. Realmente la base de la creencia de un cristiano es Cristo y la Biblia habla dirigiéndolo todo a Él. Esto es evidente.

Entonces, si todo es por Jesús, si todo gira en torno a Él, si toda existencia es para Su existencia ¿Qué sentido tendría una realidad en la que Jesús no llevase a cabo su obra redentora? ¿Que hubiese supuesto que el ser humano no pecase? ¿Qué hubiera pasado si el ser humano no se hubiera desviado? ¿Jesucristo hubiera tenido tanta relevancia en el mundo? Nunca lo sabremos, y no quiero hacer una nueva teología con todo esto, sólo reflexionar sobre la idea de que el trazado perfecto que hizo Dios con la historia de la humanidad no fue producto de alteraciones ni desviaciones del pecado, sino que el plan era Jesucristo, el medio era Jesucristo y el objetivo era Jesucristo. Lo siguiente es mi pensamiento:

Dios permitió el pecado, permitió que Satanás se apartara y que hiciera caer a muchos ángeles y que tentara al ser humano. Permitió que el ser humano cayera en las redes del mal y se desviara de la voluntad de Dios. Permitió que se alejara de Él, que buscara su propio provecho, que intentara vivir la vida diseñada para glorificar a Dios como una vida para glorificarse a si mismo. Permitió que cayera una y otra vez, que le desechara, que le insultara, que se burlase de Él, que le escupieran y que le crucificaran. Permitió que lo mataran y que lo traicionaran. Permitió la separación y la desesperación, la humillación de su nombre y la maldición. Junto con la libertad que le dio al ser humano llegó el libertinaje, junto con la decisión llegó la mentira, junto con la elección llegó la desobediencia y con todo ello la muerte. Y todo ello fue permitido por el Dios de los cielos. ¿Por qué?

Porque después llegó Jesucristo y se produjo la mayor de las reconciliaciones, la mayor de las restauraciones y la desesperación se transformó en esperanza y la pérdida en ganancia y la separación se transformó en la más perfecta de las uniones y el libertinaje en libertad, la mentira en verdad la elección se transformó en salvación y la muerte en vida. La maldición se tornó en bendición y el lamento en danza, y el postrer estado vino a ser mejor que el primero y todo lo que había en un principio fue renovado, rehecho, reconstruido, vuelto a formar y cuando antes el ser humano caminaba con Dios ahora puede vivir en Él, cuando antes le oía ahora puede sentirle. Todo cobró su máxima expresión en Jesucristo, sobreabundó la gracia y se hizo la mayor de las justicias, la misericordia explotó y su luz lo llenó todo, la creación cobró todo el sentido y la bendición fue absoluta, el holocausto llegó con olor fragante y la sabiduría se personificó.

Ante esta idea, ante esta evidencia, el título de cristiano cobra más fuerza que nunca. La preponderancia inigualable de Jesucristo en cada paso de la historia no es más que la confirmación inequívoca de que sin su papel en la misma, nada, absolutamente nada, tendría sentido. Y desde antes de que nada fuera creado Jesús fue la razón y el medio, porque «En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios.  El estaba en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de El, y sin El nada de lo que ha sido hecho, fue hecho» 

¿De que sirve pensar esto? De mucho, por ejemplo: A veces admiramos a personas por lo que llegan a hacer, porque han sido grandes pensadores, científicos, buenísimos cantantes o porque saben jugar a fútbol. A veces admiramos a personas porque conquistaron imperios, porque liberaron a pueblos enteros, lideraron países, lucharon fervientemente contra la esclavitud y el racismo o descubrieron curas que sanaron a millones de personas. Admiramos a personas que diseñan redes sociales, inventan maravillosos dispositivos o dirigen grandes obras de arte. Admiramos a personas que componen sinfonías que hacen llorar o escriben sonetos que tocan el alma o crean lienzos que nos hacen ver otro mundo. Alimentar la idea de que todas las grandes hazañas del ser humano no son absolutamente nada, que todas tiemblan bajo la supremacía de Jesucristo y que Él, fue la persona que acumula todas las hazañas, todas las victorias y todos los milagros hace que me rinda a glorificarle, que caiga rendido en cuerpo y alma ante la abrumadora realidad de su inigualable trascendencia. Jesús es todo lo que importa. Y nada tiene sentido sin Él.