No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, 10 y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno. Colosenses 3.9-10

El registro bíblico siempre presenta la relación entre Dios y el creyente como una amistad o un lazo familiar en vez de que una persona cuide de las necesidades de otra. Personajes bíblicos desde Adán hasta los apóstoles Pablo y Juan forman una saga milenaria de historias de Dios invadiendo la personalidad humana. No hay nada general o poco importante sobre los encuentros divinos con Abraham, Moisés, Isaías, Nehemías, María o Pedro.

La saga continúa hasta nuestros días en las vidas espirituales de los líderes. Cuando consideramos a Teresa de Ávila, Francisco de Asís, Martín Lutero, Jorge Fox, Phoebe Palmer, Frank Laubach, A. W. Tozer o Henri Nouwen, vemos a personas que consideran la comunión personal y la comunicación con Dios como episodios transformadores de vida y como pan cotidiano. Miles de cristianos humildes que nunca predicarán un sermón o harán que su nombre aparezca impreso pueden dar testimonio de los mismos tipos de encuentros con Dios que manifiestan los grandes en el Camino.

Reflexionar: ¿Cómo respondes a que Dios invade la personalidad humana como una ocurrencia diaria? Hoy, ¿podrías querer que Dios invada tu personalidad de maneras más grandes?