A veces Dios puede parecer parece prepotente. Pero ¿Quien es más digno de mostrar su súper potencia que Dios? No es prepotencia, por cierto, puesto que la prepotencia tiene connotaciones negativas.
Pero la declaración de Dios en Jueces 6.14 refleja cosas muy interesantes:
1. El éxito de cualquier empresa o propósito puede depender de muchísimos factores, pero aquí Dios le está asegurando a Gedeón que el éxito de su misión está absolutamente asegurado pues es Dios mismo el que lo envía. Esto, trasladándolo a nuestra vida, nos debería dar una tranquilidad inamovible de que cuando acudimos a prestar servicio a lo que Dios nos manda a hacer, tenemos el éxito asegurado; tocaría ahora analizar que es lo que Dios nos manda en contraposición a lo que nosotros creemos que Dios nos manda. Nuestros deseos o los suyos. ¿Como de alineados estamos con Él? Lo cierto es que si tenemos un acuerdo total entre nuestros deseos y los deseos de Dios, que no nos quepa duda que tendremos éxito, pues ¿No es Él quien nos manda?
2. Pero a veces parece que ni siquiera esto es suficiente y Gedeón, tal y como nosotros haríamos hoy en día, sigue desconfiando de Aquel que lo que dice, se hace, desde el plan más ínfimo hasta las estrellas. Y si contraponemos nuestra constancia con la evidencia de Dios, podemos escuchar a Dios repitiendo esa frase a Gedeón y a nosotros. ¿No te envío yo? Esta afirmación no solo nos asegura el éxito, sino que nos habla acerca de qué lugar ocupamos en los planes del todopoderoso. La inmensa gracia y misericordia de Dios cuando nos hace partícipes de sus planes solo se puede comparar a lo lejos que estamos de alcanzar la gloria de sus propósitos. Cuando Dios nos envía podemos sentirnos privilegiados de participar de lo más importante para un ser humano; cooperar con el Dios que dijo; hágase la Luz y la Luz se hizo. Que Dios nos envíe es algo de lo que sentirse orgulloso, no por nuestro mérito, sino por el derroche de honra que Dios se digna a derramar sobre nosotros.
3. Que nos envíe Dios también nos muestra cuál es la importancia de lo que hay en juego; en el caso de Gedeón, Dios estaba poniendo sobre la mesa la libertad del pueblo de Israel; la importancia era enorme. Hoy, Dios, a nosotros, como Iglesia, nos ha encomendado una misión. La importancia de esta misión trasciende más allá de la libertad de las naciones, más allá de este mundo. Se trata de llevar el mensaje de la salvación de las vidas de las personas que comienza hoy, aquí, en este mundo, pero continúa eternamente tras la muerte. ¿No nos lo manda Dios? ¿A que esperamos para hacer lo que nos manda? Ponle pruebas, pídele a Dios fuerza y capacidad (por cierto, te las dará) pero levantémonos como se levanto Gedeón y comencemos a hacer lo que Dios nos ha mandado a hacer.
[…] ¿No te envío yo? Jueces 6.14 […]