Es curioso como la luz, en el mundo en el que estamos, es algo que aparece y desaparece. El sol viene y se va, la luz depende de la energía, apagamos la luz de una habitación y se queda todo a oscuras. Estamos acostumbrados a que la luz no sea algo estable, la luz de una vela o de una antorcha está continuamente zarandeada por las inclemencias del tiempo. Las tinieblas reinan en este mundo puesto que no necesita nada para envolverlo todo. La luz implica un esfuerzo energético para mantenerse.
En contraste, Dios es luz, y se nos presenta un futuro en su presencia donde el sol no existe más. Parecería esto un problema, pero la realidad es que la eternidad se nos presenta como un estado donde la luz reina. Donde no hay que mantenerla porque se mantiene por medio del Dios del universo. No viene y se va, no es inestable. Las tinieblas ya no tienen lugar, no prevalecen, pues la luz nunca cesa.
Aplicación: Mi vida sin Dios, mi vida con sólo un conocimiento y una relación con Dios superficial es como esta vieja tierra; algo donde las tinieblas reinan y la luz necesita un esfuerzo enorme para permanecer. Pero si cultivo mi relación con Dios por medio de las disciplinas espirituales tales como la oración, la lectura, el servicio, el ayuno, la soledad, etc. Cada vez más la luz será predominante en mi vida, de tal manera que lo inunde todo. Ahí y sólo ahí, mi vida avanzará poderosamente hacia la imagen de Cristo.
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