Lo que nos suele ocurrir muchas veces cuando nos creemos conocedores de lo que la Biblia dice es que acudimos a ella como si ya no nos fuera a decir nada nuevo, muchas veces la leemos sabiendo lo que vamos a leer, sabiendo lo que vamos a aprender y conociendo al detalle qué vamos a aplicar en nuestras vidas; por decirlo de otra manera, la Biblia se ha convertido, en muchos casos, en un libro de citas célebres, en un recetario de las pastillas que necesitamos en ciertos momentos de nuestra vida: ¿Necesitamos valor? Josué 1.8 ¿Estamos pasando por un mal momento? Salmo 23 ¿Necesitamos recordar el amor de Jesús? Juan 3.16. Y así, de muchas otras formas utilizamos su palabra como las vendas necesarias para las heridas de nuestro día a día.
Este comportamiento tan extraño y a la vez facilón y rápidamente satisfactorio que tenemos cuando nos acercamos a la Biblia hace que estemos nadando en la superficie de un océano tan vasto e impresionante que no somos ni conscientes de lo que nos estamos perdiendo por no meter la cabeza bajo el agua y experimentar las innumerables riquezas de su Palabra.
Hay una analogía interesante que podría ayudarnos a entender lo que esto significa y hasta dónde puede llegar.

Y es que en nuestra sociedad nos hemos acostumbrado a oír un tipo de música concreta. Cuando escribo esto, el mundo está imbuido en una corriente masiva de música trap, reguetón y rap. La mayoría de las personas escuchan esa música. Se ha convertido en el himno de toda una generación. Y en nuestros oídos ya se pueden incluso discernir las melodías y ritmos con los que concluirán las estrofas, ya se puede adivinar, cuando escuchas una canción nueva, cómo va a terminar ese coro, o el motivo principal predominante tras 30 segundos de música o cuándo vendrá la parte en la que el rapero canta tras la segunda repetición del coro. La música se ha convertido en algo predecible porque ya tenemos grabado a fuego en nuestras cabezas un estilo facilón y divertido que nos satisface.

Con la Biblia nos ha ocurrido lo mismo, estamos ya cansados de escuchar el mismo reguetón, el mismo trap facilón y sencillo que nos repite una y otra vez las mismas cosas. Nos conformamos con esto y nos olvidamos de la maravillosa música escondida tras la superficie. Y nos olvidamos de todos esos matices, colores, métricas, armonías y ritmos que están en esa música profunda que hay en la Biblia. Una música antigua pero novedosa para nuestra alma.
El Salmo 23 es una inspiración enorme para la vida de muchas personas, y como parte de la escritura inspirada es un tesoro que debemos recordar y acudir a Él en muchos momentos de nuestra vida, pero el salmo 23 no incluye lo que hay en el 24, ni en el 22, ni en muchos otros lugares de la Biblia, no profundiza en la conexión matrimonio-iglesia como lo hace Oseas ni indaga en la relación del antiguo y nuevo pacto como Hebreos. No. No lo hace, si esperas encontrar esas dos cosas (son dos ejemplos rápidos) en el salmo 23, no los vas a encontrar. Si esperar crecer en tu relación con Dios leyendo las 4 mismas cosas no vas a hacerlo.

Querer madurar en Dios leyendo las X citas bonitas de la Biblia es como querer aprender música escuchando simplemente Trap. Sabrás mucho Trap, pero poca música.

Y qué satisfactorio es, cuánto poder y renovación y crecimiento se haya cuando lees la Biblia y Dios te habla con algo que antes nunca te había dicho. Son melodías y armonías nuevas entrando en tu corazón, rompiendo cosas que había que romper y regenerando lugares que había que restaurar; transformando tu vida de gloria en gloria para que poco a poco nos vayamos convirtiendo en alguien cada vez más semejante a Jesús. Esto no puede suceder releyendo siempre los mismos textos y acudiendo a ellos con la idea predefinida de que ya los conocemos; esto sucede cuando profundizamos en su palabra con el deseo real de que Dios nos hable para ser transformados y de esa manera poder glorificarle con nuestras vidas.

Así que acerquémonos a su Palabra como cuando escuchamos esa música antigua, pero nueva para nuestras almas, dispuestos a llenarnos no de letras y párrafos, sino de una Palabra viva que nos transforma cuando la leemos con el deseo de se transformados por ella.