Hace poco, estaba leyendo una noticia que me llamó bastante la atención: Scarlett Johansson, tras haber recibido muchas críticas por haber aceptado un papel donde representaba a un hombre transexual, no siendo ella transexual, declaró; «Nuestra comprensión cultural de las personas transgénero continúa avanzando, y he aprendido mucho de la comunidad desde que hice mi primera declaración sobre mi casting y me di cuenta de que (yo) era insensible». Nuestra comprensión cultural de las personas transgénero continúa avanzando. Esta frase de Johansson me ha hecho pensar en cómo somos las personas en cuanto a la comprensión que tenemos acerca del mundo que nos rodea e incluso de nosotros mismos. Y es que esta comprensión está en continuo cambio. Y no es algo que se limite simplemente al campo de la ideología de género, el ser humano a aceptado la idea de que, continuamente, nuestra comprensión del universo tiene que cambiar, no es algo que se pueda quedar estancado, sin movimiento. 

Pero, ¿Por qué?

Quizá sea muy complejo responder acertadamente a esta pregunta, pero hay un matiz que he observado que puede ser cierto y que encaja con lo que Dios nos dice. Y es que, en cierto sentido, el ser humano no ha sabido o no ha podido o no ha querido encontrar algo absolutamente estable. Todo lo que descubre por si mismo está pendiente de revisión, está condenado a ser rebatido, mejorado o abolido por algo que descubrirá en el futuro. De esta manera, el ser humano está continuamente elevándose sobre los estándares del pasado, sin poder asentar sus ideas o creencias en un terreno firme. Parece que la única forma que tiene de avanzar es desestimar lo que alguien, antes que él, pensó, cambiándolo. Así que el ser humano establece su realidad, su comprensión, sus creencias, en base a la experiencia y observación de un mundo sin ninguna base, sin algo absolutamente estable. 

Y ante todo esto; ¿Donde entra Dios?

La idea de La Fe (en mayúsculas) es, sin duda, disruptiva en el mundo en el que vivimos. La Fe establece su base en lo único absolutamente estable, que es Dios mismo, pero al mismo tiempo, nos deja (adrede) desnudos ante el mundo, ya que estamos convencidos de lo que no vemos y tenemos la certeza de aquello que no ha sucedido. Desde este punto de vista, La Fe no es simplemente una opción o una técnica para conseguir cosas en esta tierra. La Fe, es la única manera de vivir y crecer sobre La Roca, dicho de otro modo, La Fe es el modo de vida que crece sobre Jesucristo, que nos hace capaces de crecer y evolucionar nuestro pensamiento alrededor de algo que sabemos que no falla. En La Fe podemos estar seguros que cualquier avance, cualquier cambio, cualquier evolución de nuestras ideologías, nuestras creencias y nuestra investigación van a ser correctos, certeros, enfocados en el Reino y para edificación de la Iglesia. ¿A qué me refiero? Me estoy refiriendo a que, conforme avanza el mundo, nosotros avanzamos con el mundo, nos movemos con él. No podemos evitar esto. Pero lo que si podemos evitar es que (parafraseando a Johansson) nuestra comprensión cultural de cualquier tema en particular continúe avanzando hacia algún lugar que no conviene. ¿Puede evolucionar la manera que pensamos acerca de un tema cultural/social concreto para el creyente? Yo pienso que si, pero este sí tiene un matiz importante y es que esos cambios no se pueden mover de La Roca. No pueden salirse de lo que Dios dijo, de lo que Él ha establecido. Hay cosas que siempre estarán mal, lo mires por donde lo mires, hay cosas que no tienen tonos grises ni líneas difusas, hay cosas que son blancas o negras y no hay discusión, y todas estas líneas claras, toda esta correcta compresión de lo social, moral, espiritual, relacional, en definitiva, de todo lo importante, la da Dios por medio de una Fe que nos sustenta día a día, que nos hace acercarnos a Él para todo.

Pero ¿Cómo?

Pues porque yo confío en el Dios que experimento día a día por medio de esta Fe depositada en Él, no ciegamente, sino porque lo puedo vivir. Como yo vivo al Dios del que habla la Biblia, y no sólo lo vivo sino que experimento que Dios vive en mi, confío en el Dios de la Biblia, confío en que su opinión es la mejor opinión, en cualquier tema, en cuanto a cómo debe ser mi moral, en cuanto a cómo debe ser mi comportamiento, en cuanto a las cosas que debo hacer, en cuanto a mis pensamientos, en cuanto a absolutamente todo. Sé que su respuesta es la mejor respuesta. Es por ello que si queremos saber dar esa respuesta a toda esta marea de pensamientos que nos tambalean día a día y que nos hace preguntarnos muchas veces qué es lo correcto, más que investigar sobre el tema, más que tener conversaciones con eruditos, más que forjar una opinión, (todo esto es importante por cierto) busquemos cultivar y hacer crecer esa Fe cimentada en Jesús, Aquél en el cual vivimos y somos y nos movemos, porque si vivimos por esta Fe, podremos estar seguros que nuestra opinión estará más alineada con la opinión de Aquél que es autor y consumador de esa Fe en la cual vivimos.