Como ya saben, llevo ya unos meses dando un repaso a muchas contradicciones bíblicas que aparecen en la Biblia, intentando buscar una explicación a las cosas que a primera vista parecen contradictorias, pero que muchas veces esconden detalles, historias y realidades que se nos pasan por alto.
La Biblia sin duda no es simplemente un libro más, y si bien son sólo palabras, estas, a veces, son más que palabras. Y sabemos que las palabras dichas en la Biblia tienen un poder en la vida de las personas que se acercan a ella con un corazón dispuesto que no son comparables con ningún otro libro jamás escrito, pero hay algo que quizá hay prevalecido hasta nuestros tiempos; un pensamiento, una forma de ver las cosas que quizás nos pueda llevar a frustraciones, confusiones y malinterpretaciones de lo que la Biblia dice y la Biblia es.
En el proceso de desenmascarar las contradicciones que hemos ido viendo en este tiempo me ha venido a la mente un pensamiento tranquilizador en cuanto a este tema. Lo que voy a decir ahora no es bíblico, no se apoya en las escrituras, pero creo que en el contexto general de la voluntad de Dios para el ser humano sí que encaja:
La única y gran verdad. La Biblia es una porción de la Palabra de Dios, un libro cuyo objetivo es transmitir la verdad de Dios y de la humanidad. Y por verdad no me refiero a que la Biblia aclara todas las verdades: La Biblia no habla del teorema de Pitágoras, ni de la cantidad de harina que hay que utilizar en un bizcocho. Por verdad me refiero a la única y gran verdad. ¿Hay más verdades a parte de la que enseña la Biblia? Por supuesto que sí. ¿Hay alguna otra única y gran verdad? No. Y el propósito de la Biblia es ese único propósito. ¿Cuál? Bueno, si lo pensamos un poco quizá encontraremos la respuesta: En muchas ocasiones se suele tratar a la Biblia como un libro Cristocéntrico, y esto es totalmente cierto. En cada contexto Bíblico, en cada texto, en cada punto de la historia narrada en la Biblia podemos encontrar un enlace, un puntero, un dedo señalando inequívocamente a Jesucristo. ¿Significa esto que cuando leemos genealogías en el pentateuco esto nos está señalando a Jesucristo? No. Y Si. Porque si un versículo individualmente (o un capítulo) no nos señala a Jesús sí lo hará el contexto de ese capítulo, y si no lo hace el capítulo si lo hará el libro en el que está escrito. Así que ¿cuál es la única y gran verdad acerca de Dios y de la humanidad? Jesucristo. El camino, la verdad y la vida. La Biblia es totalmente inerrante en cuanto a la única y gran verdad. Y cada uno de los textos que no hablan directamente de Jesucristo están ahí para llevarnos a Jesucristo. Esos textos ayudan a entender mejor el contexto de Jesucristo ayudan a tener una macrovisión de su obra, ayudan a entender mejor y a llevarnos mejor a rendirnos a Él, a adorarle y a conocerle.
Para todo lo demás. La Biblia, por lo tanto, no es un libro científico, no es un libro de entretenimiento, no es un tratado de historia ni un libro de genealogías, no son leyes escritas ahí para ser cumplidas, no son historias sueltas enlazadas por la linea sucesoria de un pueblo en particular, no es un cancionero ni un libro de poemas, tampoco es un lugar donde expresar dichos populares ni un recopilatorio de cartas de la época. No es nada de eso y si, es todo eso. Pero no es eso lo que lo define, no es ese su objetivo. No fue escrito para que supiéramos los lugares exactos por donde pasó el pueblo de Israel, ni para que sepamos cuantos cautivos regresaron de Babilonia, ni cuáles fueron los hijos de quiénes, ni para saber las cantidades de los ejércitos que acabaron con la vida de cuántas personas en aquellas ciudades. No. No fue escrita para eso. Y si se producen errores en ese tipo de información (que como hemos visto en lo poco que llevamos, no suelen ser errores) podemos estar seguros de que no afectan a su propósito principal. Y muchos dirán; «Si la Biblia falla en esos pequeños detalles ¿como vamos a confiar en las grandes enseñanzas?» Y aquí viene el punto clave y diferenciador. Los textos Bíblicos actuales son infalibles en lo que tienen que serlo.
Y quiero explicarme bien. Pablo le dice a Timoteo en su segunda carta lo siguiente: «Desde tu niñez conoces las Sagradas Escrituras, que pueden darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. 16 Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, 17 a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra.» (2 Timoteo 3.15-16) Aquí Pablo no está hablando de la Biblia como la conocemos hoy en día, sino solamente del Antiguo testamento. Y le está diciendo el propósito de el nuevo testamento: Enseñar, reprender, corregir, instruir en justicia. Y todas estas cosas ¿Para qué? Para que el siervo de Dios esté capacitado para toda buena obra. En otra carta Pablo dice: «De hecho, todo lo que se escribió en el pasado se escribió para enseñarnos, a fin de que, alentados por las Escrituras, perseveremos en mantener nuestra esperanza.» (Romanos 15.4) De nuevo Pablo refiriéndose al Antiguo testamento nos dice que está para enseñarnos para perseverar en mantener nuestra esperanza. De nuevo el propósito de, por lo menos, el antiguo testamento difiere mucho de corroborar y comprobar hechos históricos. Como hemos dicho; los textos Bíblicos son infalibles en lo que tienen que serlo y tienen que serlo en su capacidad de enseñar, reprender, corregir, instruir en justicia para mantener nuestra esperanza y para capacitarnos para toda buena obra. ¿Quiere decir esto que los textos Bíblicos no sirven para nada más? Por supuesto que no, pero su inerrancia se basa en estas características. No en otras.
La Biblia no es contradictoria. Puede que haya datos mal conservados o que en proceso de copiado tras copiado cierta información se haya distorsionado. Pero su propósito sigue intacto y su esencia inalterada.
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